Defensores del páramo de Guacheneque
Líderes
campesinos de siete municipios de Boyacá y Cundinamarca han emprendido una pelea
jurídica en contra de la minería de carbón en la zona. Acaban de conformar una
asociación con ese propósito.
Representantes
de los municipios de Nuevo Colón, Villapinzón, Turmequé, Ventaquemada y
Chocontá reunidos en una de las minas de Nuevo Colón. / David Campuzano
A
comienzos de 2007, a instancias del Instituto Colombiano de Geología y Minería
(Ingeominas), un grupo de particulares firmó un contrato de concesión para la
exploración de un yacimiento de carbón ubicado entre los municipios de
Ventaquemada, Turmequé y Villapinzón, en Boyacá y Cundinamarca. Desde entonces
la comunidad campesina de la región, tradicionalmente dedicada a la agricultura
y la ganadería, libra una batalla jurídica para evitar que esta iniciativa y
otros proyectos similares de carácter privado conviertan la zona en un emporio
minero, afectando sensiblemente el área de influencia del páramo de
Guacheneque, donde nacen varias fuentes hídricas, entre ellas el río Bogotá.
A
pesar de que desde los primeros estudios de impacto ambiental la explotación
carbonífera fue presentada como un proyecto para lograr “una perfecta armonía
entre el crecimiento económico y la sostenibilidad ecológica”, especialmente
referida a que las labores mineras van a estar totalmente fuera de las rondas
de vertimientos, nacederos o corrientes hídricas, los habitantes de la región
no están convencidos de este diagnóstico. Por eso llevan cinco años en los que,
a punta de derechos de petición, cartas a las autoridades o manifestaciones de
protesta, tratan de impedir que su terruño se vuelva una zona minera. Una
cruzada a la que han venido sumándose líderes de otros municipios vecinos
afectados por la misma problemática.
La
prueba es que el pasado viernes, en el municipio de Villapinzón (Cundinamarca),
se dieron cita representantes de Nuevo Colón, Ventaquemada, Chocontá, Úmbita,
Turmequé, Villapinzón, Tibaná y Miraflores para crear una asociación por la
defensa del páramo de Guacheneque y de paso preservar a la vocación
agropecuaria y ganadera de la zona contra la minería de carbón. La decisión se
sustentaba en que, a pesar de que el país vive hoy una exacerbación de la
actividad extractiva a través de la llamada ‘locomotora minera’, es obligación
de los líderes del presente defender el ordenamiento territorial y la tradición
campesina de la región y no trasladarles los pasivos ambientales a las
generaciones futuras.
Ya
existe una evidencia de que, contrario a las buenas intenciones, la minería en
esta región sí crea dilemas ambientales a tener en cuenta. Desde comienzos de
2008, en las veredas Nueve Pilas, Chuscal, Molino y Jupal del municipio de
Úmbita (Boyacá), con la debida licencia ambiental otorgada por la Corporación
Autónoma Regional de Chivor (Corpochivor), la empresa Ubrajo viene adelantando
labores de extracción de carbón que ya obligaron al mismo organismo oficial a
intervenir para neutralizar daños ambientales. En abril de 2011, después de una
visita de fiscalización de Ingeominas, las actividades mineras fueron
suspendidas temporalmente al detectar afectaciones de las fuentes hídricas.
En
dicha visita, realizada en marzo de 2011, se advirtió, por ejemplo, que en una
bocamina, para prevenir que las aguas se infiltraran hacia el interior de un
inclinado, se desvió el cauce de la fuente. El reporte dio cuenta además de
afectaciones moderadas en la capa de suelo, la vegetación y la fauna existente,
así como de impacto leve por ruido y por efectos en el aire. De todo lo sucedido,
Corpochivor informó en detalle a la Defensoría del Pueblo en Boyacá, de lo cual
quedó el compromiso de vigilar la evolución de los trabajos mineros. A su vez,
la comunidad de Úmbita se declaró en defensa de sus fuentes de agua, como
insumo vital para sus familias, sus animales y sus cultivos.
En
sucesivas cartas a Corpochivor, al Ministerio de Medio Ambiente, al de Minas y
a la Corporación Autónoma Regional de Boyacá, la gente de Úmbita ha detallado
que existen al menos cuatro núcleos familiares a menos de 100 metros de los
sitios principales de extracción, y que a menos de 20 metros hay una vía de
acceso a las viviendas campesinas, lo que entorpece el libre tránsito, así como
el uso del trazado vial para sacar los productos de sustento diario.
Una
de las principales líderes de la zona, cuyo nombre se omite a petición de la
fuente, le comentó a El Espectador que los socavones quedan muy cerca del
páramo de Guacheneque y que, en principio, dañaron la salida de la vereda.
“Aquí vino Corpochivor, tomó muestras de todo, confirmó que un criadero de
truchas murió por la contaminación, y encontró las razones para cerrar las
minas. Pero en la noche, sin que nadie se dé cuenta, siguen sacando carbón. El
problema ambiental es inocultable, y el problema social es conexo porque ni
siquiera se puede vender la tierra. En este momento nadie compra porque los
riachuelos están perdiendo valor y hasta para sacar la papa hay que pagar un
tractor”.
El
ejemplo de lo sucedido en Úmbita, y que podría repetirse en otras zonas, terminó
uniendo a la gente de la región, sobre todo por la concesión de otro título
minero, esta vez entre los municipios de Turmequé, Villapinzón y Ventaquemada,
a la empresa Dipeza y Valbuena Asociados S.A., que aspira a tener licencia
abierta para extraer más de 6 mil toneladas de carbón durante los próximos 28
años. Aunque no es el primer título minero que se otorga en Turmequé, pues ya
hay siete concesiones y 11 solicitudes de explotación, el proyecto de Dipeza y
Valbuena tiene alborotada a la comunidad, que no cree que se vayan a respetar
las reservas hídricas ni que sus cultivos vayan a quedar a salvo con las
proporciones de este proyecto minero.
Buena
parte del malestar colectivo salió a flote el 10 de noviembre de 2011, durante
una audiencia pública en Turmequé en la cual los líderes campesinos se hicieron
oír de las autoridades. “Movilizamos más de dos mil personas que dijeron no a
la minería en los alrededores del páramo de Guacheneque. Sin embargo, nos da la
impresión de que a Corpochivor todo se le está metiendo en sus narices. Por eso
le pedimos reglas claras para la concesión de las licencias ambientales. Hoy lo
que prevalece entre la gente es la angustia por el futuro de la región”,
comentó Heladio Moreno, además de líder del municipio, educador y periodista.
La
última gestión de la comunidad quedó refrendada en un documento de
observaciones al contrato de explotación minera que desarrolla la empresa
Dipeza y Valbuena Asociados, en el cual resumen su desacuerdo. Según los
líderes regionales, en el proyecto se dice que el sector veredal no cuenta con
servicios de acueducto, pero ellos dicen que sí hay redes de distribución de
agua. Además sostienen que Alirio García, hoy concejal de Turmequé, se retractó
públicamente de su apoyo al proyecto manifestando que en su momento fue
engañado por la empresa. Y recalcan que, al menos en lo que se refiere a
Villapinzón, hay dos nacimientos y tres quebradas que están en riesgo por los
trabajos mineros.
Consultada
la empresa Dipeza y Valbuena sobre la controversia minera, manifestó, a través
de su vocero, Édgar Niño, que la firma está trabajando conforme a la ley y que
debe entenderse que toda transformación de energía trae contaminación, pero que
lo importante es la responsabilidad con que se haga: “el dilema es si seguimos
con la minería ilegal o la volvemos responsable. Nosotros no estamos afectando
el páramo, estamos a más de 10 kilómetros, en la vereda más árida de
Villapinzón. Allí lo que predomina es el pino candelario y el café. Una mínima
parte está en Ventaquemada y el resto en Turmequé. Todo muy lejos del páramo de
Guacheneque. En estos pueblos siempre ha existido minería”.
En
cuanto a Corpochivor, su postura es que desde diciembre de 2011 está claro que
hay un área protegida de 11.574 hectáreas en la región y que en ella no puede
existir minería. Su director, Ernesto Saboya, recalcó que todo lo que tenga que
ver con explotación de carbón en la región se va a hacer con audiencia pública
y que si se comprueba que la información que ha presentado la empresa es
incorrecta o que cualquier fuente hídrica, como dice la comunidad, se va a
afectar, se negarán las licencias. Por lo pronto hay una comisión técnica
trabajando en el tema para determinar si se deben preservar zonas
agropecuarias. “Con la más mínima sospecha de daño ambiental, será suficiente
para actuar”, insistió Saboya.
La
comunidad de los municipios de Tibaná, Nuevo Colón, Ventaquemada, Chocontá,
Úmbita, Turmequé y Villapinzón se ha declarado en estado de alerta y desde la
semana anterior tiene una asociación encaminada a defenderse de la minería
expansiva. Es cierto que, por tradición histórica, los departamentos de Boyacá
y Cundinamarca tienen grandes zonas de vocación carbonífera, aunque muy
inferiores a los grandes yacimientos de la Costa Atlántica, pero las familias
quieren claridad sobre qué va a suceder con su biodiversidad y, sobre todo, con
sus fuentes de agua, porque el páramo de Guacheneque es una reserva de vida y
de su protección depende en buena medida el futuro ambiental de esta
estratégica región de la Zona Andina colombiana.
Voces en contra de la
extracción del oro negro
Carlos
Chávez (Vicepresidente
del Concejo de Chocontá)
“Es
muy triste que se esté impulsando la ‘locomotora minera’, porque sabemos que
donde llega la minería llegan los problemas sociales y ambientales. En
Chocontá, como en los demás municipios, las empresas no respetan ni la cota de
los ríos ni los páramos”.
Emilio
Cadena (Vocero
de Corpochiriví en Nuevo Colón)
“Tradicionalmente
en Nuevo Colón se han cosechado frutas, lo que tememos es que la minería nos
deje un desierto. Con el carbón no podemos alimentar a la gente y hoy ya se
están viendo las consecuencias de la minería: deslizamientos y contaminación”.
Álvaro
Forero (Líder
de Villapinzón)
“El
problema no es la minería, sino el lugar donde se adelantan las excavaciones.
Nuestra vocación es agropecuaria y ganadera y por generaciones hemos vivido y
progresado sin necesidad de extraer el carbón de la zona”.
‘Falta control a títulos
mineros y regalías’
Para
el geólogo y experto en minería Julio Fierro, uno de las mayores debilidades de
la actividad minera en el país y que se repite en las extracciones de carbón en
Boyacá y Cundinamarca tiene que ver con la ausencia de un marco normativo
contundente, tanto a la hora de entregar los título mineros, como en el
pago de regalías.
Según
Fierro, “hay un desorden absoluto, no hay fortalecimiento institucional y nadie
mira si efectivamente el pago de regalías se está haciendo como debería”. La
solución que propone es que se propicie un cambio en las políticas tributarias
por extracciones y en general en el Código de Minas.
En
cuanto a los efectos de la minería, Fierro es enfático: “siempre se causan
impactos ambientales como la contaminación de las fuentes hídricas, que además
son irreversibles. Aquí cualquiera puede obtener un título minero, pero si
sabemos que los impactos son tan fuertes, las autoridades deberían ser mucho
más cuidadosas a la hora de permitir trabajos mineros”.
JUEVES, 9 DE JUNIO DE 2016 "EL ESPECTADOR"
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